miércoles, 29 de abril de 2009

Acerca de las paredes blancas de este bar

Chica 1: Señorita, entonces, ¿cree usted que está loco?
Enfermera: Sí, sí; loco de remate. Será mejor que no lo escuche usted o se va a volver loca también; es muy contagioso. Le hemos puesto un bozal, pero no sabe usted, ¡casi se enamoran de él los celadores!
Chica 1: Entiendo...O sea, ¿es normal sucumbir a su embriaguez?
Enfermera: ¡Uy! Sí, sí, chiquilla, muy fácil; lo que me sorprende es que se haya salvado usted.
Chica 1: Bueno, no se crea...Casi preferiría estar del todo como él.
Enfermera: ¿Usted cree?
Chica 1: Sí, porque al menos así, me querría.
Enfermera: Esos son los primeros síntomas; si sigue usted enamorándose así vamos a tener que encerrarla también. Jovencita, es mejor que se olvide usted de él o va a empezar a padecer poesía.
Chica 1: ¿Es grave?
Enfermera: Es lo que él padece. Y le aseguro que morirá pronto si sigue así. No va a poder soportarlo con tanta franqueza durante mucho tiempo.
Chica 1: Pero yo ya me he enamorado una vez.
Enfermera: ¡Dios mío! No creí que sería tan grave. Pero, ¿mucho?
Chica 1: Muchísimo; fue la primera vez.
Enfermera: Pues revísese usted la vista. Ahora hay un tratamiento muy bueno: le quitan los cinco sentidos en frío y sin dolor.

martes, 28 de abril de 2009

Aturdimiento

Hay ruido por todas partes.
No oigo ninguna voz clara y sincera.
Todas me llaman, pero yo no escucho.
Miro al final; creo que hay algo...
Continúo. Me llaman. Me alejo.
Me agrada este ruido,
no me deja diferenciar nada,
no me deja atender. Me aturde.
Gracias. Necesitaba aturdimiento.

Creo que la voz que me habla...
Sí, puede ser...Dice que me detenga,
pero, ¿por qué?...¿Que tienes algo que decirme?
¿Y qué me tienes que decir que requiera que me detenga?

"¡Párate!" Me grita la voz. Me detengo.
Y un dedo me señala.
Me giro.
Se me ha ido deshaciendo el alma
y no me he dado ni cuenta.

jueves, 23 de abril de 2009

Para mí los niños

Hoy los niños, pequeños lactantes aún,
vienen y se acercan a mí
con sus babis de colores, de rayas rosas y azules.
Huele a goma, a viruta y a sacapuntas,
a ceras pegajosas y a plantitas recién regadas.

Quiero a un niño mocoso y a un niño llorón,
quiero niños torpes, lentos e imperfectos,
niños que correteen, que suden, que chillen y que pataleen.
¡Ah, dulces niños, explicadme! ¡Hay tantas cosas que no comprendo!

Quiero, en fin, niños que creen esos nuevos valores en el país de la vaca multicolor.

(Hoy canto a esos niños...)

miércoles, 22 de abril de 2009

Canto a mí mismo (pero de Heinrich Heine)

Me dieron consejos y buenos ejemplos,
me colmaron con toda suerte de honores,
me dijeron que si esperaba, ya vería,
me quisieron brindar su protección.

Pero con todas sus ansias protectoras,
habría llegado a reventar de hambre,
de no haberse acercado un hombre bueno
que, con valor, se hizo cargo de mí.

¡Hombre excelente! ¡Me da de comer!
¡Nunca jamás voy a olvidar lo que hace!
¡Es una lástima que no pueda besarle!
Porque ese hombre excelente soy yo mismo.

Heinrich Heine

martes, 21 de abril de 2009

El loco de la colina

Hoy había un loco en Moncloa subiendo por las escaleras mecánicas que bajan.
Sin avanzar un solo paso. Agonizante. Quieto. Activamente pasivo, inútil.
Y todo el mundo le miraba: ¡qué satisfechos se sentían de subir ellos por las escaleras que subían!
¡Guiados e impulsados por ellas!
¡Ellos que sienten aplastar a los idiotas de los locos!

Pero ni se imaginan lo que yo sé...No se lo cuentes a nadie...los idiotas son ellos.

Él no conseguía subir, ¡pero lo habría logrado!
Ellos, en cambio, subían, le despreciaban, le miraban con descaro y sin respeto y luego cogían el autobús. E iban a trabajar y a morirse; mientras, seguía intentando subir.
Quizá siga intentando subir.

lunes, 20 de abril de 2009

Amor, adiós

Ahora mismo estoy charlando contigo. No sé, no sé si debería dirigirme a ti. Pero, de repente, has sacado de mí todos mis amores y están desnudos sobre el tapete y me estás diciendo "cógelos, cógelos sin miedo, ya no muerden".
Yo no estoy segura.
¿Quieres que les diga adiós? "Sí", respondes, con esa sonrisa franca que me libera y me atrae y me consuela y me baña. "Diles adiós".
Y añade, por favor "¡No te necesitan!".
Y sabré que no los necesito.
Y sabré que eres tú.